jueves, 18 de agosto de 2011

CINE Y VEDETTES.

“La escena cubana contó con muchas destacadas vedettes, pero las más populares fueron Blanquita Amaro (Santiago de los Baños, 1920-Miami, 2007): María de los Ángeles Santana (La Habana, 1914-1911) y Rosita Fornés (Nueva York, 1923). Con bellos rostros y figuras espectaculares, las tres merecieron haber desarrollado mejores carreras cinematográficas en nuestro país en el período prerrevolucionario; sin embargo, ninguna de ellas pudo en verdad cuajar una carrera artística en el celuloide.”

(Textos tomados del artículo Los actores del cine cubano prerrevolucionario, de Mario Naito López, incluido en el libro Huellas olvidadas del cine cubano, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2010.



“La Fornés con apenas 16 años, se se asomó ya al cine en Una aventura peligrosa (1939), de Peón, y dos años después en Romance musical (1941), pero su labor cinematográfica la continuó en México hasta 1952, cuando retornó a Cuba tras separarse de su esposo, el actor azteca Manuel Medel. Con posterioridad, en los años cincuenta solo intervino en tres coproducciones cubano-mexicanas y en una cinta hispana, y no reapareció en el cine cubano hasta 1984 con Se permuta, de Juan Carlos Tabio.”

Foto de arriba: Rosita Fornés en el cabaret Tropicana, de La Habana, en el año 1956.

domingo, 14 de agosto de 2011

PERFIL.


“Sixto andaría por ahí, intentando atrapar el placer del instante, el fugitivo placer como, a fin de cuentas, enseñan clásicos muy ilustres...

“Supongo que no a todo el mundo se daba con igual intensidad o con igual amistad, pero tenía el (imagino privilegio) de amar la pasión, de disfrutar casi omnímodamente con el sexo, de sentir una íntima alegría al mero roce de otra piel humana…Y eso que tan común parece no lo es, en absoluto “¡Poder estar a gusto en la cama, casi con quien sea, verdaderamente es raro!”

Estos textos pertenecen a un desvencijado cuaderno de apuntes y debí transcribirlos poco después de 1988 (la fecha de impresión de la libreta). Increíblemente no anoté el título de la narración de donde los tomé, ni el autor. Siguen gustándome tanto como cuando los leí por primera vez.

“¡La gran dicha (aunque me guste ver dormir confiadamente a Lucía, y contemplaros a Marie ya ti, fuertes, sólidos, unidos) , la inmensa felicidad no existe. O existe, sí, como desgarrón repentino, como hermoso tirón que ciega como flecha que entra por los ojos ,extraña , insólita, privilegiada, absurda, y nos trae pasión y anhelos de un mundo diferente y perfecto”.

viernes, 12 de agosto de 2011

A UNOS CENTÍMETROS DE LA FELICIDAD…



Yo quería andar hacia atrás por los pasadizos del tiempo, disolver las felicidades antiguas , borrar los escenarios con mis fotos y llegar a un punto donde pudiera mirarte desde lejos, para regresar entonces sin edad, sin filosofías que complican el mundo, olvidadas las canciones tarareadas, fingiendo que lo ignoro todo, que sé muy poco …Y una vez de vuelta, echarme a tu lado como un animal puro, para reverenciar los olores y clavar los dientes en la carne…

Pero de pronto te levantas de la cama y con gestos mínimos dices que no te entiendo, que tienes otras necesidades y haces un inventario patético…Unos centímetros separan tu espalda de mi cuerpo cuando descubro que acabo de dormir con un extraño.



Fotografía de Nan Goldin



ME HICISTE MAS JOVEN…




Me gusta este poema de Miguel Barnet porque tiene que ver con algunas experiencias mías de los últimos tiempos:

¿Sabes qué?

Me clavaste una daga en el pecho
Me cubriste los ojos con anémonas carnosas
Me obligaste a soñar
con hipocampos azules
Me condenaste a una noche de borrascas,
A un vuelo sin alas
Me expusiste al cráter de un volcán
Vaciaste mi reloj de arena
¿Sabes qué?
Nunca realmente hubo paz entre nosotros
Pero me hiciste más joven.


Texto publicado en UNION, Revista de Literatura y Arte, La Habana, 69/2010.


lunes, 8 de agosto de 2011

COSAS DE HOMBRES.


“Los hombres sólo pueden aprender a ser hombres a través de otros hombres, en una pedagogía tan íntima y tierna como el vínculo que une a dos amantes”.

Mientras buscaba un documento extraviado en la computadora, encontré este texto, guardado hace algún tiempo. Pertenece al relato Hacer el nudo, de Robin Metcalfe.



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