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martes, 11 de marzo de 2014

ESQUINAS DE LA HABANA.

Prado y Neptuno, una de las esquinas fabulosas de La Habana. Pero el diseño del Hotel Parque Central le quitó vida y encanto a los antiguos portales del lugar, antes colmados de gente, librerías y bares.  Ahora parece que el error no se repetirá en el nuevo Hotel Manzana (antigua Manzana de Gómez) pues el imponente edificio   conservará sus tiendas y galerías en la planta baja.  

viernes, 9 de abril de 2010

EL OMBLIGO DE LA HABANA.

Me gusta la denominación de “el ombligo de La Habana“ para el Parque Central y también la frase “arboleda oscura y perversa en las noches” referente al Parque de la Fraternidad. Pertenecen a la crónica de Senel Paz incluida en el libro Regulaciones Urbanísticas. La Habana Vieja. Centro Histórico (Ediciones Boloña, 2009). Abajo transcribo un fragmento de este texto del autor de Fresa y chocolate titulado La Habana como sensación:

“Sigues y encuentras parques famosos, estatuas cuya existencia no sospechabas, el teatro donde bailó Alicia Alonso, las ruinas del Martí, las del antiguo Campoamor, e incluso las del Musical. Y de pronto te abres a plazas y calles recuperadas, llenas de luz, en las que el pasado y el presente se dan la mano con más sosiego. O vuelves, al Parque Central, el ombligo de La Habana, que más que parque es imán. Cerca se alza el capitolio, que sigue atrayendo a los guajiros, y por el otro están la Fuente de la India y el Parque de la Fraternidad con su arboleda oscura y perversa en las noches. En las cercanías ves los portales de las calles Prado y Monte, y los edificios, y la gente, y los automóviles, y las muchachas de ojos como faroles, y los muchachos delicados, y las parejas que se besan, y finalmente te deja caer en un banco y alguien te pregunta la hora porque ésta es la ciudad donde más se inquietan por la hora; la preguntan a cada minuto como si realmente les importara el tiempo, que aquí no existe, o les interesa llegar puntual a alguna cita”.

La Habana Vieja. Centro Histórico, segundo volumen de la serie Regulaciones Urbanísticas, es un empeño editorial del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en su colección Arcos. El libro incluye una primera parte titulada Visiones de La Habana Vieja, con textos de Miguel Barnet, Zoila Lapique, Manuel López Oliva y Senel Paz.



“Pitan, para que te apartes, autos de antes y de ahora, bicicletas y carriolas, en calles como cuerda de equilibristas, que por un lado terminan en la cúpula del capitolio y, por el otro, en un barco que pasa.”

jueves, 17 de diciembre de 2009

LA HABANA: AQUELLOS VIEJOS CINES.


Por: Lázaro Sarmiento

En un conversatorio en la Maqueta de La Habana en 1998, el escritor Ambrosio Fornet evocó sus imágenes de esta ciudad durante las décadas del cuarenta y el cincuenta. Primero venía de vacaciones desde su natal Bayamo hasta que se estableció en la capital del país. Sus impresiones aparecen incluidas en el libro La Habana que va conmigo, una selección de textos de Mario Coyula (Editorial Letras Cubanas).

Como La Habana que lleva dentro, Ambrosio Fornet describió una zona que “abarcaría media docena de kilómetros cuadrados: los que se extenderían en torno a un eje imaginario cuyo centro pudiera ser el Parque Central”. Y entre las imágenes y ambientes que recordó figuran las salas de cine:

“En aquella época sólo había dos cines en Bayamo, pero aquí en el perímetro a que me estoy refiriendo, había una docena. El más cercano a nosotros era el Actualidades –estaba al lado mismo de la farmacia- y en Neptuno, el Rialto y, un poco más allá, el Encanto (lo asocio en mi memoria a las películas de María Félix y al aire acondicionado, que entonces era una novedad). El Neptuno era un cinecito de mala muerte, al que no íbamos nunca. Y en la zona estaba también el Verdún y el Majestic, uno de los cuales no tenía techo, por cierto. Frente al Capitolio estaba el cine homónimo que a ciertas horas proyectaba películas sicalípticas – en aquella época nadie decía pornográficas- y detrás del Capitolio estaba el Capri, especializado en un tipo de cine europeo menos mojigato que el de Hollywood; no menciono el Campoamor porque no recuerdo que pasaran películas allí, ni a los de San Rafael porque ya los mencioné (Cinecito, Duplex y Rex). A todos ésos habría que sumar otros más nuevos, como el Fausto y el Negrete, por Prado, y el América y el Radiocine, por Galiano...En total deben ser como quince. O más : había otros dos en Monserrate, en dirección a la Terminal de Trenes, uno de ellos – el Bélgica o el Universal, no recuerdo bien- situado en un edificio de arquitectura mozárabe...

“Yo había dejado de ser un niño y al terminar el bachillerato empecé a trabajar en un Banco de Bayamo y matriculé por la libre la carrera de Filosofía y Letras aquí, en la Universidad. A veces me quedaba en casa de huéspedes y exploraba más a fondo los recovecos de la ciudad, incluyendo los cines que, como el Capri y el Rialto, tenían tandas de medianoche: allí eran más las cosas que pasaban al fondo, en el lunetario, y arriba, en el gallinero, que las que pasaban frente, en la pantalla”.

De los cines mencionados por Fornet, sólo el Cinecito, en el bulevar de San Rafael, continúa proyectando películas.

PRADO Y NEPTUNO, una de las esquinas míticas de La Habana. A la derecha puede verse la fachada (de color blanco) del antiguo cine Rialto. Fue remodelado y funcionó durante un tiempo como cine de ensayo.

FACHADAS DE CINE. Calle Consulado. Antiguos cines Verdún y Majestic. El techo se abría y encima de los espectadores se mostraba el cielo estrellado, como una inmensa película cósmica.

CALLE MONSERRATE. A la izquierdaa, fachada del antiguo cine Universal en un contexto arquitectónico de inspiración árabe. En la actualidad , el local es la sede de un grupo de teatro para niños.
Fotos: Lázaro Sarmiento (2009)

sábado, 20 de junio de 2009

CLAVES DEL PASADO: LEY SECA Y TURISMO EN LA HABANA.


Por: Lázaro Sarmiento.

La Ley Seca en Estados Unidos “propició la estampida del turismo a favor de Cuba, como refugio de bebedores”. La ley que duró de 1920 a 1933 prohibía el consumo de bebidas alcohólicas en territorio norteamericano.


Las circunstancias aparecen mencionadas en el libro Cuba y turismo (Editora Política, La Habana, 1993). El autor Alberto Pozo, periodista y publicista, recuerda que en el año 1919 el corrupto presidente Menocal colocaba ciertas bases para desarrollar el turismo norteamericano en la Isla bajo el signo del juego de azar, apoyándose en una ley aprobada por el congreso cubano. Surgieron así tres grandes puntales para aquel turismo: el hipódromo, el casino nacional y el balneario de la playa de Marianao.

Según Pozo, en aquella época los barcos de viajeros en los muelles de La Habana eran esperados con una dotación de grandes carros abiertos que conducían directamente a los turistas hasta las destilerías y después hacia las casas de prostitución y juego (en el llamado barrio de Colón).

“A pesar de que la mayoría de los viajeros eran cruceristas (visitantes que duermen en los barcos que los transportan), siempre hubo demanda para abrir una etapa hotelera, generalmente alrededor del Prado, aunque se extendió a los actuales municipios Habana Vieja y Centro Habana. Fue la época de la construcción de las unidades siguientes: Plaza, Sevilla Biltmore, Parkview, Packard, Royal Palm, New York, Regina, Regis, Nueva Isla, Isla de Cuba, Lincoln, Alamac y otros”.



Imagen: Paseo del Prado de La Habana, 1928. El edificio que sobresale a la derecha en el fondo es el Hotel Sevilla Biltmore.

viernes, 15 de mayo de 2009

HACER EL AMOR EN MEDIO DE LA CIUDAD


Por: Lázaro Sarmiento

Al igual que los elefantes se esconden en la espesura de la selva para hacer el amor, muchas “parejas raras” de la década de los años 80 buscaban esa privacidad en la profundidad de hoteles venidos a menos. Uno de esos hoteles alejados de su esplendor original era el Regis, ubicado en el Paseo del Prado de La Habana.

Hace unos veinticinco años, un amigo que conozco bastante bien, a las cinco de la tarde, de ciertos días de cada mes, integraba una fila india frente al mostrador de reservaciones del Regis.

Las parejas de mujer y hombre siempre conseguían alojamiento. Para “las demás personas” casi nunca había habitaciones disponibles.

Los “dúos” de sospechosa identidad homosexual eran rechazados por el carpetero de turno en el Regis que oficiaba como un verdadero “dios de las camas". Con mirada de águila maliciosa, este empleado examinaba de arriba a abajo los gestos, las voces y las ropas de quienes se esforzaban por conseguir una habitación mal iluminada, con el colchón destripado , por lo general sin agua en el grifo y con las ventanas rotas.

No era confort lo que atraía a las parejas al Regis. Buscaban en medio de la ciudad un lugar para hacer el amor y poco les importaban las comodidades. La mejor prueba de su felicidad estaba en los nombres y los corazones atravesados por flechas que quedaban rayados en el yeso de las paredes luego de una noche que podía ser tan larga como una sesión de sexo tántrico.

Para lograr “un cuarto de hotel” fingían lo que no eran, actuaban de forma camaleónica , colocaban la voz de una manera poco natural, intentaban sobornar al portero o inventaban historias rocambolescas. Ponían a mover las células del cerebro, que por algo es el órgano sexual más importante, y acudían a la astucia que ha dado tantos buenos ejemplos desde los días del caballo de Troya .

Mi amigo tenía suerte. Él y su compañero no encajaban en el molde tradicional de lo que se supone sea una pareja homosexual. En una ocasión la gerencia les advirtió que no podían alojarse en el hotel para hacer ningún tipo de negocios. Los habían confundido con negociantes de poca monta del Paseo del Prado.

Mucha gente trabaja ahora en Cuba para cambiar mentalidades como la de aquel carpetero caza-portañuelas que privó a numerosas parejas de irrecuperables noches de amor. En el empeño se unen instituciones oficiales, organizaciones sociales, campañas en los medios de difusión masiva, debates públicos, espectáculos en teatros y voces de prestigiosas personalidades que defienden el respeto a la diversidad sexual.

Los corazones de mi amigo y su pareja deben estar todavía dibujados en la pared de alguna habitación del Regis.



Imagen: Hotel Regis. Prado y Colón, La Habana. Foto: Lázaro Sarmiento. 15.05.09
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