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martes, 10 de marzo de 2009

Glamour.
Por: Lázaro Sarmiento

La muchacha ignora el significado de la palabra. La madre le dice que lo busque en Internet. Con resignación asume el hecho de que su hija nunca tendrá glamour.

Glamour.
1. m. Encanto sensual que fascina. (Real Academia Española © Todos los derechos reservados)



“Glamour, dijo el cineasta Josef Von Sternberg, es el resultado de los claroscuros, el juego de las luces sobre el paisaje del rostro, el uso de lo circundante a través de la composición, a través del aura del cabello y la creación de sombras misteriosas en los ojos”. (Carlos Monsivais)





“Ava Gardner no fue una actriz –cualquier mujer puede serlo si se empeña-, sino una estrella. Parecía, no la belleza que pasa, sino la belleza detenida para que podamos verla veinticuatro veces cada segundo, lo que dura una eternidad en el cine.” (Guillermo Cabrera Infante)


“Glamour. Fue la palabra que, sin conocerla, vino a poner luces en mi vida”. (Terenci Moix)

“Entre todas las actrices suecas ninguna, ni siquiera Ingrid Bergman, se acerca a Greta Garbo en esa combinación de belleza y misterio”. (Guillermo Cabrera Infante)


jueves, 18 de septiembre de 2008


Greta Garbo y su amante Mercedes.
Por: Lázaro Sarmiento

Tendría ahora 103 años. Pero de haber estado viva no hubiera quedado ni un átomo de su antiguo glamour. Greta Garbo nació en Estocolmo el 18 de septiembre de 1905 y murió en Nueva York el 15 de abril de 1990.

Se retiró del cine mucho antes de que el tiempo devastara su rostro perfecto. En esta ocasión no voy a referirme al encanto misterioso de Greta Garbo si no a la relación que mantuvo con la escritora de origen cubano Mercedes de Acosta. Fue un acoplamiento corto pero con la pasión suficiente para que el nombre de Mercedes quedara incrustado para siempre en la biografía de uno de los íconos más rotundos del siglo veinte.

En agosto de 2001 El País Semanal en la serie Grandes historias de amor de Hollywood publicó un artículo de Guillermo Cabrera Infante titulado “Greta ama a Mercedes”.Esta Mercedes de Acosta, de familia venida de Cuba, nació en 1893 en Nueva York (otros dicen que en La Habana) y murió en 1968.

Mercedes de Acosta fue poeta, escritora, comentarista de sociedad y guionista de Hollywood. Murió olvidada y en la penuria pero nunca quiso vender las cartas de amor que conservaba de Greta. Sin embargo, no hay que pensar en una Mercedes infeliz toda su vida por un amor no correspondido. Baste esta frase para lo contrario: Alcanzó notoriedad por sus amores con las mujeres más famosas de América. En su lista de amantes figuraron Isadora Duncan y Marlene Dietrich.

Mercedes y Greta se conocieron en el Hollywood de principios de la década de 1930. Contaba Cabrera Infante que Mercedes llamaba a Greta varias veces al día. La divina respondía con evasivas. Pero Mercedes era insistente hasta que…

”Finalmente se acostaron –para desaparecer Greta en un viaje a las montañas y a un lago secreto-.Mercedes, desesperada en Hollwyood, recibió de pronto el reclamo de Greta, mediante su sempiterno chofer mudo que manejaba el automóvil de la estrella, ahora una mujer aquiescente. Pasaron dos semanas de amor junto al lago quieto-pero no fueron felices hasta el fin de sus vidas, sino que murieron como habían vivido: una de ellas sola, la otra abrumada por los recuerdos contados a un diario impúdico, imprudente”.

Y más adelante, Cabrera Infante comentaba que esta historia terminó como siempre terminaron las relaciones de Greta Garbo, tanto heterosexuales como homosexuales:

“Garbo cortó por lo sano y se negó a volver con Mercedes, aunque hubo contactos postales o telefónicos y uno que otro encuentro casual.” The End

La imagen de arriba es un póster que colgaba en la pared de un cine de Bayamo. Había sido recortado previamente con unas tijeras kitsch y el nombre de Greta Garbo pegado en el centro de la lámina.

jueves, 20 de marzo de 2008

NUEVA YORK-LA HABANA, EL MEMORÁNDUM DE GRETA GARBO.


Por: Lázaro Sarmiento.

En algún momento de la década de los 80, el escritor Miguel Barnet me contó desde Nueva York, donde disfrutaba de la beca Guggenheim, el instante en que su mirada y la de Greta Garbo se cruzaron en un estallido de poesía. Diez años después aquellas impresiones de Miguel se convirtieron en el Memorandum XV de su libro Con pies de gato (Ediciones Unión, 1993).


AHORA TE VOY A CONTAR de cuando vi a Greta Garbo en Nueva York. Yo iba masticando castañas. Fue en diciembre, con mucha nieve, a unas cuadras de Washington Square Park. Yo había dejado atrás casa familia y a diario contemplaba los puentes sobre el East River. A veces confundía los días y las noches y disfrutaba el olor a moluscos podridos de los espigones. Me adiestré en múltiples oficios solitarios. En Nueva York ya es un hábito hablar con uno mismo. Los dioses, los ángeles, los arcángeles, las estrellas de cine están en la calle, en los mercados, en la platea de los teatros, y nadie mira a nadie. Pero yo te iba a contar de cuando vi a Greta Garbo en Nueva York. En realidad todos se decían que era ella pero yo no la veía. Hasta que un día un amigo ocasional me llevó a la puerta de su casa. A punto de llegar sonó una alarma, luego un silbato y yo vi un rostro detrás de una ventana. Caía mucha nieve y el hombre del silbato me alejó de la casa. Sonámbulo, con frío, me acerqué a un lago helado y vi un halcón. Llegué al río. Compre una manzana, la mastiqué para quitarme el gusto a la castaña y seguí mi camino.
Greta Garbo se asomó a la ventana, su rostro masculino, consagrado a la muerte, me miró una tarde de invierno. Fue la única vez que alguien en Nueva York me dedicó una mirada.”

En el Día Mundial de la Poesía pienso en los momentos compartidos con mis amigos poetas Sigfredo, Joaquín, Miguel, Frank, Ramón y Albis. Ella no está pero me gusta imaginar que siempre podrá contar conmigo para que la acompañe por sus paseos a través de interminables pasillos con miles de puertas. Por una de esas puertas se fue Albis.

Con el fervor de los amigos pasa como con el cauce de los ríos: unas veces desciende, otras sube, sube.
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