lunes, 9 de junio de 2008


La amante mulata de Hemingway en La Habana.
Por: Lázaro Sarmiento

Por esa puerta del Bar Floridita de La Habana debió entrar muchas veces Ernest Hemingway acompañado de Leopoldina Rodríguez, una interesante y bella mulata cubana que fue uno de los grandes amores de su vida.

Por supuesto que el dato de esta relación no es inédito pero lo incluye, entre varias historias, Helio Orovio en el delicioso artículo titulado La ciudad musical de Hemingway, publicado en la cada vez mejor, para mí, revista Extramuros, del Centro Provincial de la Literatura y el Libro en Ciudad de La Habana.

Dice Orovio que Leopoldina, además del gran amor de Ernest, fue su amiga y confidente a quien protegió económicamente y acompañó solitario en su entierro a fines de los años cincuenta.

Leopoldina fue la única mujer por la que el novelista sintió verdadero amor. Según Orovio, esa mulata cubanísima fue su pasión y su compañera de parrandas y de peñas musicales.

“Con ella iba al stadium de La Habana a los juegos de béisbol de Almendares, Marianao, Cienfuegos y Habana, a los matches de boxeo, al jai-lai y desde luego compartía sus estancias en el Floridita”.

Varias décadas después de su muerte, (Ketchum, Idaho, 2 de julio, 1961), Ernest Hemingway continúa acompañando a los turistas que llegan a La Habana. Casi todos quieren llevarse en sus diminutas cámaras una imagen con el Ernest de metal que los observa desde un rincón de la barra de uno de los siete bares más famosos del mundo.

Imagen: Floridita. Monserrate y Obispo, Habana Vieja, Foto: Lázaro Sarmiento. Domingo 8, 2008

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